DONDE LA HISTORIA SE AVERGÜENZA

 

Hay lugares y donde se tuvieron lugar páginas negras de la historia  y que como tales han quedado en la memoria colectiva. Tal vez el ejemplo más evidente (y sangrante) de ello sea Auschwitz, la encarnación del mal absoluto que supuso el nazismo, pero con distinta graduación y circunstancias hay otros muchos si repasamos la historia reciente de Europa.

Este año he pasado las vacaciones en Francia, cerca de la localidad de Montoire-sur-le-Loir, población que evoca una página, también negra, de la historia francesa. Allí tuvo lugar, el 24 de octubre de 1940, la entrevista entre el mariscal Philippe Pétain y Adolf Hitler, el primero, representando a la Francia vencida por la entonces imparable maquinaria de guerra alemana, el otro, el todopoderoso dictador nazi. Hitler, que el día anterior se había reunido con el general Franco en la estación de Hendaya, pretendía con el encuentro de Montoire, sentar las bases de la relación entre el III Reich y la Francia pétainista, o lo que es lo mismo, lograr la completa sumisión de ésta a los dictados políticos, económicos y militares de Berlín.

El apretón de manos entre Pétain y Hitler en la estación de Montoire ha quedado para la memoria de Francia como el símbolo del vergonzoso  y humillante colaboracionismo del régimen pro-nazi galo con la Alemania hitleriana. En dicha reunión Pétain aceptó colaborar con el III Reich pero no logró ninguna de sus demandas como la liberación de varias decenas de miles de prisioneros de guerra o la reinstalación del Gobierno pétainista ni en Versalles ni en París, por lo que éste fijó su sede definitiva en la ciudad de Vichy. Y ello a pesar de que Pétain ofreció su apoyo a la Alemania nazi para combatir a Gran Bretaña y no puso obstáculos para una mayor colaboración política y económica con Berlín. Pero Hitler se mostró intransigente y no aceptó ninguno de los ofrecimientos de Pétain pues sólo deseaba asegurar la colaboración política (incluida la represión de resistentes y la deportación de judíos) y la explotación económica de Francia en beneficio del esfuerzo de guerra germano. En el terreno militar, Hitler estaba interesado en que Pétain defendiera el imperio colonial francés de ataques británicos o de las Fuerzas Francesas Libres (FFL) del general De Gaulle, todo ello sin ninguna compensación a cambio que pudiera «justificar» la colaboración del régimen de Vichy con la Alemania nazi.

Aún hoy en día, en la historia oficial de Francia,  aquella que presenta a nuestro país vecino como unido contra el nazismo bajo la bandera de la Resistencia y de la figura del general De Gaulle, el tema del colaboracionismo con la Alemania hitleriana sigue siendo una página polémica, un período asociado a las ciudades de Vichy y de Montoire, que todavía cargan con ese estigma.

En la actualidad, del episodio vergonzoso de Montoire queda el edificio histórico de la vieja estación, convertida en un pequeño museo que recuerda el significado de aquel encuentro, considerado todo un oprobio para el orgullo chovinista galo. A modo de desagravio, en la fachada de la estación, una placa recuerda la liberación de Montoire por el Ejército de los Estados Unidos el 11 de agosto de 1944. Igualmente, en los jardines que se hallan frente a la estación, está plantado un «Árbol de la Libertad», evocando el legado de la Revolución Francesa y los valores republicanos de «Libertad-Igualdad-Fraternidad», que fueron aplastados tanto por la ocupación nazi  como por el régimen pétainista de Vichy.

Otro vestigio relacionado con el encuentro de Montoire se encuentra en sus proximidades: se trata del túnel ferroviario de Saint-Rimay que estaba destinado a proteger a «Erika», el tren blindado de Hitler, en caso de ataque aéreo durante su entrevista con Pétain. Más tarde, en 1943, se convirtió en Cuartel del Alto Mando alemán y estaba cerrado por enormes puertas blindadas, protegido por búnkeres y baterías antiaéreas y que contaba con una guarnición permanente y una central eléctrica y telefónica que conectaba directamente con  Berlín. Curiosamente, estas instalaciones nunca fueron objeto de ningún ataque aéreo durante la guerra. Aunque el acceso al túnel está prohibido y un cartel advierte de que, en caso de hacerlo, se puede ser sancionado con una multa de 3.750 euros y una sanción de 6 meses de cárcel, dado que la vía férrea sigue siendo operativa, era  tentador adentrarse en el túnel y así lo hice, para contemplar sus impresionantes puertas blindadas que todavía se conservan en su interior, así como el techo del mismo, reforzado con planchas de acero y que, pese a ello, nunca llegó a ser utilizado como refugio para el tren de Hitler.

Es evidente que Francia ha ajustado cuentas y memoria con su pasado, mientras que en España todavía tenemos muchas deudas pendientes con aquellos lugares vinculados al franquismo donde, también, la historia se avergüenza. Baste recordar las miles de fosas y tapias que nos recuerdan, en infinidad de lugares,  la represión genocida desatada por los sublevados aquel fatídico 18 de julio de 1936. También avergüenzan aquellos otros lugares donde, como señalaba Paul Preston, el general Franco firmaba las sentencias de muerte de los condenados «mientras comía», «tomando café antes de la sienta» o «viajando en coche», miles de sentencias que el dictador siempre firmó con la «E» de «Enterado», de forma fría, impasible y sin el menor remordimiento moral, pues como el mismo Franco dijo a su cuñado Ramón Serrano Suñer, eran «cosas de trámite». Estos hechos avergüenzan la historia de España, al igual que en la memoria francesa sigue siendo un hecho oprobioso el encuentro de Montoire, y como tal se estudia en los libros de texto, mientras que en España sigue habiendo profundas lagunas curriculares a la hora de analizar la dictadura franquista.

Por todo ello, es tan importante la memoria democrática pues, como dejó escrito Luis Buñuel, «Una vida sin memoria no sería vida, como una inteligencia sin posibilidad de expresarse no sería inteligencia. Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella, no somos nada».

 

Villanueva Herrero José Ramón

(publicado en: El Periódico de Aragón, 30 de agosto de 2021)

 

 

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