Sánchez tiene que gobernar en unos momentos extraordinariamente complicados. Con una pandemia, que ha paralizado la economía y que traerá consigo una depresión con un descenso sostenido de la producción y el consumo, con altas tasas de desempleo y quiebras empresariales. Todavía no podemos calibrar su magnitud. Con un gobierno en minoría. Además de gobernar en coalición. Esto último inédito en España a nivel estatal. Se dirá que es un solo gobierno. Cierto. Pero compuesto por dos partidos con sensibilidades distintas, lo cual hace inevitable que se generen fricciones entrambos, que ya la mayoría de los medios al servicio de los grandes poderes económicos se encargan de airearlas y agigantarlas, cual si fuera un servicio patriótico, con el exclusivo objetivo de su ruptura.
Hasta este Gobierno de PSOE-UP, en los 40 años de democracia España fue el único país de Europa, en el que nunca hubo un gobierno de coalición a nivel estatal, siempre controlado por un único partido. Dos gobiernos de UCD; siete del PSOE; y cuatro del PP. Por la novedad, yo procuré documentarme sobre las características de los gobiernos de coalición. Por ello, en este mismo medio publiqué el pasado 26 de julio de 2029 el amplio artículo Consideraciones sobre la esencia, funcionamiento y génesis sobre los Gobiernos de coalición, que lo elaboré en base a dos documentos: «Coaliciones. Una guía para partidos políticos», del Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales y el Centro para la Paz y los Derechos Humanos de Oslo. Y el segundo, el artículo «Los gobiernos de coalición y su incidencia sobre los presidencialismos latinoamericanos», de Josep Mª Reniu de la Universidad de Barcelona y Adrián Albala del Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine, Sorbonne Nouvelle – Paris III.
Gobierno de coalición además en minoría con una aritmética parlamentaria endiablada. No tiene la seguridad de contar con el apoyo para sacar los Presupuestos de los partidos que facilitaron su investidura, bien votando a favor como PNV, Más País, Compromís, Teruel Existe, Nueva Canarias y BNG y con la abstención de ERC y Bildu. Con una oposición mediática y política asilvestrada, que está todo el día contando muertos y contagiados. Y cualquier motivo sirve para hacer una crítica brutal y despiadada desde el primer día que Sánchez llegó a la Moncloa.
Incluso se le acusó de ser un gobierno ilegítimo. ¿Gobierno ilegítimo votado en un Parlamento tras unas elecciones democráticas? El comportamiento de la derecha yo lo calificaría de antipatriótico. Tratar de cargarse al gobierno de Sánchez en medio de la pandemia es de una irresponsabilidad gravísima, algo que no ha ocurrido en ningún otro país. Será difícil encontrar un político, como Sánchez, en nuestra democracia con tantos y tan truculentos insultos en el Parlamento. Ahí van algunos proferidos por Casado: «incompetencia culposa», «hacedor de sainetes», «ineptitud», «chiste de Gila», «fracaso estrepitoso», «bajeza moral», «usar a las víctimas», «chapuzas», «ruina», «usar a los españoles como a perros de Pavlov», «falsario», «negligente», «Gran Hermano», «hipertrofiado», «irresponsable», «caos», «nefasto», «zoco de prebendas», «tomar a parados como rehenes», «fraude», «contratación opaca»… Abascal acusó al Gobierno de «homicidio», de una política «criminal», y a Iglesias «de dejar morir a los ancianos porque no le gustan los viejos». Nunca había oído semejantes palabras en el Parlamento. Y lo más llamativo, que a medida que se iba controlando la pandemia más se intensificaba la violencia verbal de las derechas.
En esta práctica política contaron y siguen contando con el apoyo incondicional de importantes medios escritos, audiovisuales y telemáticos, especialmente capitalinos. Hay portadas, editoriales y artículos de opinión estremecedores. Es un periodismo de trincheras, que escupe odio y que disfruta con la carroña. Son los Inda, Marhuenda y Federico Jiménez Losantos. ¿Son periodistas? El periodismo tendría que ser un oficio impregnado de ética. Como señaló el gran periodista Ryszard Kapuscinski: «Las malas personas no pueden ser buenos periodistas». Lo grave es que esa crispación está ya en las calles, ese es el objetivo de las derechas, explotando las emociones, cada día más importantes en la política. La razón no cuenta. La pandemia del covid-19 es muy grave. Mas, hoy hay una pandemia mucho más grave, la del de odio entre españoles. El odio ya está aquí, ya campa a sus anchas. Por doquier la gente lleva dentro mucho odio. No le importa expresarlo, todavía más se enorgullece de ello.
Las acusaciones, además de los insultos, por parte de la derecha han sido variadas. Que el 8-M fue el causante de la expansión de la pandemia. Que no existía un Comité de expertos presidido por Simón. Que el estado de alarma suponía un ataque a los derechos fundamentales. Que se prolongaba demasiado, lo cual suponía estrangular la economía. Al final se llevó a cabo la desescalada. Los mismos que la exigían para salvar el turismo, luego adujeron que se hizo demasiado pronto y que se debería haber hecho más tarde. ¿En qué quedamos? Al principio al gobierno central se la acusó de no respetar las competencias de las comunidades autónomas. Cuando fue ya competencia exclusiva de ellas el control sanitario de la pandemia y aparecieron los rebrotes, se acusó al gobierno central de dejación de funciones.
De este repunte de la pandemia, producido en parte por la irresponsabilidad de la sociedad, sin mascarillas, sin distancia, botellones, terrazas abarrotadas, ni que decir tiene que el culpable es el gobierno de Sánchez. ¿Esa derecha tendrá que presentar alguna propuesta? Todo se reduce a que se debía haber hecho más PCr, más rastreadores… Y no mucho más. Agazapada esperando que Sánchez se estrelle. No quiero llegar a pensar de esa derecha tan patriótica que considere «cuanto peor mejor». Ojo, en un aviso a navegantes despistados y malintencionados, que proliferan por doquier en esta España nuestra, no exculpo de su parte de responsabilidad al gobierno de Sánchez. Ha cometido errores, como los han cometido en otros países, especialmente propiciados por el desconocimiento y la imprevisibilidad de la pandemia del Covid-19. Los protocolos de inicio de curso escolar han llegado demasiado tarde. Los rebrotes, quizá, pudieran haberse controlado mejor con más seguimientos de los contagios. Los suministros de Epis, mascarillas, sobre todo al principio, llegaron tarde. En cuanto a las residencias de ancianos, aun siendo competencia de las comunidades autónomas, algo falló. No obstante, lo adecuado sería esperar a que se controle la pandemia para hacer un análisis y evaluación de todo lo ocurrido, y obrar en consecuencia, y si hay que exigir responsabilidades, se exigen.
La pandemia ha roto todas las costuras a nivel político, social, económico y educativo. Y para tratar de repararlas no había libro de instrucciones. Esa es una de las grandes servidumbres de la política. Tal como señaló Azaña, la política no admite experiencias de laboratorio, no se puede volver a empezar. Y es lo que ha tenido que hacer. Tomar decisiones muy difíciles e irreversibles sobre la marcha, como el estado de alarma, hacer frente a la parálisis de la economía con los ERTEs, ayudas a autónomos; a las necesidades de las personas más desprotegidas con el ingreso mínimo vital. Hay que reconocer que en la gestión de estas ayudas ha habido muchas trabas burocráticas, que ha dificultado su disponibilidad.
Por si no fuera ya bastantes las dificultades. Hay encima de la mesa un problema de vertebración territorial de profundo calado y ya antiguo, que no lo ha traído Sánchez. En su génesis y profundización tuvo mucho que ver la inacción de Mariano Rajoy. Con una crisis institucional representada por el Demérito, que, por lo que yo sé, tampoco la ha traído Sánchez.
Realmente es complicadísimo. Mas, a pesar de todo, con errores inevitables, el gobierno de Sánchez sigue gobernando y tomando decisiones. No le tiembla el pulso. Ignoro cuál será la valoración que la Historia hará de él. Hace falta perspectiva histórica. Mas, de lo que no se le puede acusar es de falta de decisión política. Se equivocará mucho, no me cabe la menor duda, pero es que tiene que tomar muchas decisiones sobre la marcha y sobre muchas cuestiones totalmente novedosas e imprevisibles.
Gobernar con mayoría absoluta en tiempos de bonanza económica y estabilidad política es bastante fácil. Aquí y ahora querría ver a los González y Aznar, que están dando continuas lecciones desde sus suntuosos y bien remunerados púlpitos.
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