La alargada sombra del régimen de Vichy

José Ramón Villanueva Herrero

(Publicado en El Periódico de Aragón, 21 junio 2024)

Los resultados electorales de Reagrupamiento Nacional (RN), el nuevo nombre del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, la extrema derecha francesa, en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo (30 eurodiputados y el 31,4% de los votos) han sacudido la sociedad y la política del país galo y, ante esta situación, se han movilizado las fuerzas antifascistas con la formación de un Nuevo Frente Popular (NFP) suscrito por un total de 30 partidos políticos

La amenaza que supone RN para los valores democráticos y en caso de que Jordan Bardella llegase a ser el futuro primer ministro, viene de tiempo atrás. Desde que Jean-Marie Le Pen crease el FN en 1972, su implantación y apoyo en la sociedad francesa ha ido en aumento. Baste recordar que, en las presidenciales de 2002, Jean-Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta y se enfrentó a Jacques Chirac, el candidato de la derecha gaullista (RPR) y que, en aplicación de un impecable “cordón sanitario”, éste último fue votado por todo el arco parlamentario francés, incluida por supuesto la izquierda, para frenar al FN, obteniendo de éste modo, que Chirac lograse el apoyo del 82,2% del electorado galo.

Pasados los años, y con el FN en alza, una parte de la sociedad francesa parece asumir sin problemas, la “normalización” de este partido neofascista, por lo que no inquieta, y menos indigna, a amplios sectores sociales, lo que Géraldine Schwartz, en su impactante libro Los amnésicos (2021) no duda en calificar como “una progresión contagiosa de la indiferencia” ante ese “enemigo de la democracia” que es la extrema derecha lepenista.

Pero esta situación tiene sus antecedentes históricos en la actitud que ya evidenciaron buena parte de los franceses tras la capitulación de la III República ante la Alemania nazi el 22 de junio de 1940, la posterior ocupación de una parte del país por las tropas hitlerianas y, a su vez, la creación del régimen fascista presidido por el mariscal Pétain con capital en la ciudad de Vichy, todo ello con el tema del “colaboracionismo” como telón de fondo. Fueron los años del régimen pétainista denominado “Revolución Nacional”, de profundas afinidades con la ideología nazi-fascista: rechazo del parlamentarismo y la democracia; supresión de los sindicatos y el derecho de huelga; antisemitismo de Estado; apología de los valores tradicionales (trabajo, familia, patria); culto a la personalidad el Jefe, en este caso, del omnipresente mariscal Pétain, y todo ello unido a una implacable represión contra la Resistencia, en la cual se encuadraron numerosos combatientes republicanos españoles antifascistas.

El giro hacia el régimen autoritario de Vichy, que estaba en las antípodas de los valores de la República francesa, no pareció molestar a la mayoría de los franceses, que permanecieron impasibles ante las acciones represivas de la Milicia pétainista, máxime tras el encuentro entre Hitler y Pétain en Montoire-sur-Loir (24 octubre 1940), en el cual, como recordaba la citada Géraldine Schwartz, “se abría una nueva página para Francia, que se hundiría en la complicidad activa con los crímenes del Reich contra los resistentes y los judíos”. Ahí quedan hechos tan infames como la redada del Velódromo de Invierno llevada a cabo en París el 16 de julio de 1942 que, aunque no era territorio bajo control de Vichy, sino bajo la ocupación directa de Alemania, supuso la detención de 13.000 judíos por parte de 6.000 gendarmes franceses cuya “diligencia represora”, sorprendió, incluso a la Gestapo nazi. Los detenidos serían posteriormente enviados desde la estación de Drancy, al campo de exterminio de Auschwitz. Por su parte, Pierre Laval, presidente del Gobierno colaboracionista de Vichy, enviaría posteriormente a la deportación a los niños judíos menores de 16 años que no habían sido reclamados por el Reich.

Géraldine Schwartz señala con acierto que, “Quizá si la población francesa hubiese reaccionado desde el principio ante las persecuciones contra los judíos, el gobierno de Vichy no habría llegado a ser cómplice de asesinatos en masa” y, más aún, nos recuerda que “las medidas antijudías no solamente suscitaban indiferencia, a veces también adhesión” y, de hecho, éstas se saldaron con la deportación de 76.000 ciudadanos franceses a un fatal destino en los campos de exterminio nazis.

Frente a estos dramáticos hechos, vienen a la memoria aquellas infamantes declaraciones de Jean-Marie Le Pen quien, años atrás, calificó la existencia de las cámaras de gas como “un detalle insignificante” de lo ocurrido durante la II Guerra Mundial en Europa, a la vez que confiaba en el mortífero virus del Ébora para poder acabar con la inmigración. En otra ocasión, respondiendo a las críticas de varios artistas judíos contra el FN, les respondió diciéndoles que habría que hacer “una hornada” con ellos. Como vemos, la negra sombra del fascismo de Vichy, cuya ideología y programa asumió en buena parte en sus inicios el FN, es alargada y llega, peligrosamente, hasta nuestros días, aunque ahora, el RN maquilla su lenguaje con propuestas identitarias propias del más rancio chovinismo francés.

 El auge del RN, como el de otros movimientos autoritarios europeos, está alimentado en la actualidad por la crisis de los refugiados y el tema de la inmigración, lo cual les ha servido de motor, para que la extrema derecha y los populismos autoritarios, hayan experimentado en Europa un éxito sin precedentes desde 1945.

Hoy más que nunca resultan necesarias las políticas de memoria, el que se recuerde lo que supuso el régimen de Vichy, ya que, como señalan las sociólogas Sarah Gensburger y Sandrine Lefranc, ello sirve para “fundar valores perennes” y “estimular el espíritu crítico del individuo” ante las emergentes amenazas totalitarias. Todo un reto a dilucidar en las próximas elecciones legislativas francesas en las que están en juego los cimientos de la democracia y la justicia social en nuestro país vecino y esto es lo que está dispuesto a defender el NFP. Suerte.

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