Leer para aprender, disfrutar…

Para oxigenarnos es pertinente la lectura, fuente inagotable de sensaciones y gozos diversos

Estamos absorbidos y asfixiados por esta pandemia. Para oxigenarnos, es pertinente la lectura, una de las mejores alternativas a la hora de llenar el ocio, como también una fuente inagotable de sensaciones y gozos diversos. Quien haya adquirido este hábito, puede estar seguro de no aburrirse. Mas, las ventajas son otras muchas. Amos Oz, nos dice: «Cuando lees una novela de otro país, se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías, en sus sueños. Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros». Clara Sánchez, en un artículo bellísimo: «La lectura es el único caso del que todos salimos fortalecidos, con el corazón más fuerte, y más jóvenes». (La pasión lectora). Emili Teixidor: «Leemos para ser más felices, para pasarlo bien…». La lectura nos hace mejores ciudadanos. Los lectores participan más en trabajos voluntarios que los no lectores y votan más en las elecciones.

Yo tengo la sana costumbre de leer. La adquirí en mis años en el Instituto Goya, en los que devoré con auténtica fruición muchas novelas de Galdós: Marianela, La familia de León Roch, La desheredada, Fortunata y Jacinta… y los Episodios Nacionales. La trilogía La lucha por la vida de Baroja. La familia de Pascual Duarte de Cela. Con 15 años leí, aunque no conseguí entender su auténtico sentido, La metamorfosis de Kafka, merced a la recomendación de nuestro profesor de francés.

Hoy me interesan más los ensayos políticos- económicos y los libros de historia. Sirven para aprender –¡cuánto desconocimiento acumulamos sobre muchas cuestiones!– y, sobre todo, para fomentar el espíritu crítico. En estas fiestas de niebla tan pegajosa y de tantas comilonas familiares, he tenido muchas horas disponibles para la lectura de algunos libros, a los que haré una breve referencia.

De Robert M. Fishman es Práctica democrática e inclusión. La divergencia entre España y Portugal. Detrás hay 30 años de investigación. Muchas entrevistas a personajes del ámbito político, mediático, educativo en ambos países, como también una base bibliográfica impresionante. Llama la atención el enfoque muy original, ese es el objetivo fundamental, de comparar la evolución de la democracia en ambos países ibéricos. La principal conclusión del libro es que la democracia portuguesa es mucho más inclusiva y participativa que la española. Estas diferencias se deben a los distintos procesos de transición a la democracia. En Portugal hubo una ruptura con la dictadura. En España fue una reforma, un proceso perfectamente controlado por parte de personajes provenientes de la dictadura.

De Isabel Wilkerson es Casta: El origen de lo que nos divide. La tesis es que Estados Unidos es un país construido alrededor de un sistema de castas. Lo compara a los travesaños o a las vigas de las casas viejas, que son un esqueleto invisible en nuestros hogares. Las castas son también invisibles, pero son la infraestructura de la sociedad norteamericana, la arquitectura de la jerarquía humana, el código subconsciente de instrucciones para mantener un orden social de 400 años de antigüedad. Un sistema de castas es una construcción artificial, que establece la supuesta supremacía de un grupo –los blancos– en relación con la supuesta inferioridad de otros –negros afroamericanos– a partir de su origen. A lo largo de la historia humana se fija en tres sistemas de castas. El trágicamente construido de una manera apresurada y aterrador sistema de castas de la Alemania nazi. El milenario y persistente sistema de castas de la India. La palabra casta está unida en el imaginario colectivo al subcontinente indio. Y la pirámide de castas en Estados Unidos, tácita, cambiante y basada en la raza. Las tres versiones se cimentaron en la estigmatización de los considerados inferiores para justificar la deshumanización necesaria y para mantener a los individuos de rango inferior en la escala más baja, y así racionalizar y justificar toda normativa de coerción.

Por último, del sociólogo norteamericano Eric Klinenberg, Los palacios del pueblo. Políticas para una sociedad más igualitaria. Plantea la recuperación del espacio urbano público como red sobre la que tejer nuevas relaciones de apoyo mutuo y de solidaridad, y así construir capital social, deteriorado tal como describió Robert Putman en su libro Solo en la bolera. Vivimos en una época de profundas divisiones. Debemos encontrar un propósito común. Sugiere un camino. El futuro de las sociedades democráticas no se basa simplemente en valores compartidos, sino en espacios compartidos, las llamadas «infraestructuras sociales»: las bibliotecas, las guarderías, las iglesias y los parques donde se forman conexiones cruciales. Pueden ayudar a resolver algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes. Diseños imaginativos de espacios públicos pueden fortalecer los lazos de la comunidad. El libro describe la conexión entre el deterioro de la vida cívica y los espacios que contribuyen a la convivencia, especialmente en los vecindarios de barrios de Chicago, donde las conexiones sociales se han fracturado por la disminución de la población, el desempleo, el abandono y la falta de inversión.

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