Estamos saturados de información con la pandemia: contagios, situación de las camas hospitalarias, de las ucis, de los muertos, las posibles vacunas, el esperpento político de Ayuso … Todas las noticias son negativas. Las positivas no son noticias. ¿Qué pretenden los medios? Al final no moriremos del covid-19, sino de depresión. Por ende, conviene hablar de otros temas, como la reciente ausencia del rey Felipe VI en la entrega de diplomas a los nuevos jueces, que no resulta un tema intrascendente y que además nos puede servir para conocer nuestra Carta Magna.
Recuerdo en mis primeros años de docencia en los años 80, que en la asignatura de Historia de España de 3º de BUP se dedicaba una hora al conocimiento de la Constitución. En ese inicio ilusionante de nuestra democracia al profesorado explicarla y comentarla a nuestros alumnos nos pareció una tarea muy importante. Para subsanar nuestro lógico desconocimiento en materia constitucional varios compañeros docentes asistimos a un curso impartido por el catedrático de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de Zaragoza, Manuel Ramírez . A los alumnos les encantaba conocer los nuevos derechos, como el de huelga; los principios de la soberanía nacional y la división de poderes; los diferentes órganos de gobierno, la Corona, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial; la nueva organización territorial, del Título VIII. ¿Salvo los lamentables artículos 135 y 155, los españoles la conocemos hoy?
Nuestra Constitución establece en el artículo 56.3 que los actos del Rey estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64.1 que señala «Los actos del Rey serán refrendados por el presidente del Gobierno y, en su caso, por los ministros competentes», careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2 «El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa».
El Rey no puede aceptar la invitación a un acto organizado por el Consejo General del Poder Judicial, como la entrega de diplomas a los jueces, sin consulta previa al Gobierno. Aducir que tradicionalmente el Rey ha presidido tal acto sin ponerlo en conocimiento previo del Gobierno no es excusa. Que las cosas se hayan hecho mal antes no supone que se ha de seguir haciéndolas mal. Quizá es que los reyes se han malacostumbrado. Siempre tiene que dar permiso el Gobierno. Y este año de pandemia, el Gobierno ha considerado que su presencia en Barcelona, en los días previos al 1 de octubre, coincidiendo con la posible confirmación de la condena al president de la Generalitat por el Tribunal Supremo, era poco oportuna. O por la razón que considere oportuna. Es algo que pertenece a su competencia. Otra cosa es explicar las razones de esa ausencia. Esa decisión del Gobierno, el Rey tiene que acatarla, como también el presidente de CGPJ. Carlos Lesmes sabe que de la misma manera que el Gobierno institucionalmente no puede criticar a los jueces, los jueces institucionalmente tampoco pueden criticar al Gobierno. Que eso, desde su puesto de presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, le está vedado.
En cuanto a los nuevos jueces es comprensible que les hubiera gustado la entrega del diploma por el Rey, y que estuvieran molestos por la decisión del Gobierno. Pero son jueces. Y deberían saber que su presencia en estos actos no está regulada como protocolariamente obligatoria. Ha habido algunas entregas sin el Rey. Y otras que las presidió el Príncipe de Asturias. Por otra parte, que una entrega de despachos a la que asiste el presidente del CGPJ y el TS, el ministro de Justicia, la Fiscala General del Estado, el director de la Escuela Judicial, ¿no hay más que suficiente representación institucional? Están en su derecho de manifestar su decepción o pesar. Pero decidieron sumarse mayoritariamente a la crítica política de la decisión del Gobierno. ¡Mal comienzo en su carrera profesional como jueces! Mal augurio para los ciudadanos que sufrimos una judicatura casi monocolor, alejada en gran parte de las sensibilidades sociales y que parece que se apunta a un conservadurismo caduco y trasnochado en una sociedad moderna y avanzada como la nuestra. Y eso en el mejor de los casos, porque la ausencia de cinco alumnos al acto, por razones al parecer ajenas a fuerza mayor, nos dan idea de la cuota que corresponde a la ultraderecha en la nueva promoción.
A los Borbones les cuesta mucho esfuerzo no inmiscuirse en política, es decir, . Esta actividad monárquica viene de antiguo, aunque su uso se generalizó con el reinado de Alfonso XIII . Felipe VI vuelve a borbonear , lo cual está prohibido en nuestra Constitución, según señaló el exministro del PP. Contándole «privadamente» a Lesmes que le habría gustado ir pero que el Gobierno no le dejó. Y menos a quien sabe que lo va a contar sin recato. El Rey no tiene conversaciones políticas privadas con nadie. Pero, sobre todo, no puede criticar, bajo ningún concepto ni con excusa alguna, al Gobierno. Constitucionalmente es «su Gobierno». Debería hacer un cursillo en Buckingham Palace, donde estas cosas se llevan con rigor. Por ello, H
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