He asistido con una mezcla de perplejidad y pesadumbre a la aprobación de eliminar del callejero de Madrid los nombres de los socialistas Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto. Sobre todo, me ha impactado la imagen del operario arrancado a martillazos la placa de Largo Caballero de su casa natal en la plaza de Chamberí, el día de la fecha de su aniversario, que nació en 1869. No me sorprende la pasividad de buena parte de nuestra sociedad. A una parte no solo le da igual, sino que incluso se regocija. Y tal sentir los dirigentes de Vox lo conocen. Y si actúan así, es porque les da votos.
En España las secuelas nocivas del franquismo persisten. Fernando Hernández Sánchez profesor de Didáctica de la Universidad Autónoma de Madrid en un artículo Memoria e Historia del presente: la asignatura en que España no progresa adecuadamente en la revista Nuestra Historia 2 (2016) expone unos datos sobre el desconocimiento de nuestra historia presente. Según el CIS de febrero del 2010, para el 40% de los españoles la culpa del estallido de la guerra civil se reparte en los dos bandos por igual. Para el 36% ambos bandos causaron las mismas víctimas. Para el 58%, el franquismo tuvo «cosas buenas y cosas malas». Y para un 35%, «con Franco había más orden y más paz». El 69% confirmó que recibieron poca o ninguna información sobre la guerra civil en el instituto o colegio. Son datos para reflexionar. Mas hay razones de ellos.
Nuestra democracia no se cimentó sobre el antifascismo. Es la gran diferencia con el resto de las democracias de Europa occidental donde, gracias a que el fascismo fue vencido, se hizo un juicio legal a los criminales. Y el ADN de su democracia fue el antifascismo. Sin embargo, en España, la república fue derrotada dos veces: por el fascismo y por los aliadoscomo decía Indalecio Prieto, cuando pidió a los aliados que consumaran el plan de liberación de Europa del fascismo en 1945. Aquí, el fascismo no fue vencido y no se condenó. Y las derechas no tienen intención de hacerlo.
Por otro lado, ese desconocimiento del franquismo no lo ha corregido nuestro sistema educativo. En los colegios e institutos, períodos claves de nuestra Historia del siglo XX como la II República, la guerra civil y la dictadura franquista reciben un tratamiento escaso. Enrique Javier Díez Gutiérrez en un artículo del 2011, Educando la memoria de las jóvenes generaciones: el olvido escolar de la II República y de la barbarie franquista, señala que en el documental Los campos del silencio sobre los presos republicanos, la última parte se grababa en el IES de Fabero del Bierzo por lo que preguntó a unos alumnos sobre elcampo de concentración que había estado en su pueblo, con un batallón de unos 250 presos republicanos, de 1939 a1947, trabajando como esclavos para una empresa privada (Minas Moro) y extrayendo carbón en las minas del Bierzo. La existencia de tal campo la desconocían, y eso que algunos de sus abuelos habían estado ahí presos.
Todo ello ha significado que desde la dictadura de Franco hasta hoy se han construido diferentes relatos. Durante la dictadura, la culpabilidad de la guerra civil fue del caos de la II República. Tras la muerte de Franco aún manteniéndose el discurso de la dictadura, se fue abriendo paso no sin esfuerzo el de una equivalencia maniquea: ambos lados fueron culpables. Posteriormente el de la revalorización de la II República, coincidiendo con el Movimiento por la Recuperación de la Memora Histórica. Y hoy Vox, con el apoyo del PP y Cs, retorna al de la dictadura. Del PP no me sorprende, pero sí de Cs, un partido «liberal» y «centrista».
No soy un iluso en pensar que este artículo convenza a algunos. No obstante, como ciudadano y docente, me tomo la osadía de recomendarles el libro de Ángel Viñas ¿Quién quiso la guerra civil? En él demuestra cómo ya desde el mismo 14 de abril de 1931 los monárquicos, encabezados por Goicoechea, jefe nominal de Renovación Española, estuvieron en contacto con el fascismo de Mussolini para derribar el régimen republicano. E igualmente la introducción del libro Enseñar Historia con una guerra civil por medio(1999) de Josep Fontana: «Es imposible entender lo que significó la II República, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias: la república construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el «régimen del 18 de julio» se dedicó a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros».
Termino con una gran intervención cargada de emoción del diputado socialista Marc Lamuà Estañol el pasado día 13 en el Congreso: «Prisionero número 60.090 del campo de concentración de Sachsenhausen, Francisco Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros de España, estuquista; Indalecio Prieto Tuero, ministro de España, taquígrafo: ambos muertos en el exilio por haber defendido España y su democracia, orgullo para los trabajadores de este país, del Partido Socialista y de UGT. Su memoria nunca será borrada ni manchada por el fascismo. Orgullo, honor y memoria indeleble para ambos… ¡Qué broma es esa, señorías! No hay simetría, es una falacia. Los que juraron proteger a España se levantaron en armas contra España, contra la gente y el Estado que habían jurado proteger. Esa es la única verdad. No hay simetría; hay un golpe de Estado, unos caudillos militares arrasando su propio país…
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