Virus

VIRUS ANTIDEMOCRÁTICOS

En 2016 los servicios de inteligencia de Estados Unidos (EE.UU.) revelaron que Rusia había utilizado herramientas virtuales para influir en las elecciones norteamericanas y de este modo ayudar a Donald Trump, el candidato favorito de Putin, a entrar en la Casa Blanca. A partir de ese momento, perturbaciones similares tuvieron lugar, como mínimo, en los comicios celebrados en Francia, Italia, Gran Bretaña, los Países Bajos, las repúblicas bálticas, la República Checa, Ucrania, Georgía, y también, en España.

Estos sucesos han supuesto la irrupción con fuerza de un nuevo virus: el de la desinformación y de las noticias falsas (“fake news”) con intenciones desestabilizadoras en el desarrollo normal y en la práctica política de nuestras democracias. Para lograr estos objetivos, las técnicas utilizadas por la desinformación y el empleo de noticias falsas son diversas, tales como el robo y revelación de correos electrónicos durante las campañas electorales: la elaboración de documentos falsos; el uso en Facebook de identidades encubiertas; la difusión de reportajes “noticiosos” ficticios y a veces hasta difamatorios.

Todos estos hechos han evidenciado que la ciberseguridad es una nueva herramienta de poder, máxime si tenemos en cuenta el enorme impacto que el virus de la desinformación y las noticias falsas tienen en nuestra sociedad global, donde el público objetivo es más accesible y mucho más amplio: tengamos presente que, en la actualidad, Facebook cuenta con más de 2.000 millones de usuarios activos.

La desinformación, como señalaba Elena Alfageme, responsable de género de Intered, no es un fenómeno espontáneo y las redes sociales son el entorno perfecto para que suceda ya que se ampara en muchos casos en el anonimato mediante el cual lanzar bulos en las redes, bien sea por motivos económicos o también políticos y sociales, mediante los cuales generar miedo y polarizar la sociedad, como por ejemplo, con discursos de odio o negacionistas, con respecto al covid-19, a la violencia de género o al cambio climático. En expresión de Madeleine Albright, “hoy en día se debilita la democracia mediante falacias que llegan por oleadas y azotan nuestros sentidos del mismo modo que las olas marinas se abaten sobre la playa”.

Así las cosas, resulta importante contar con herramientas de análisis crítico, con la necesidad de llevar a cabo una labor periodística y de verificación de noticias falsas, que permitan identificar y desmantelar los bulos interesados que proliferan en las redes sociales y así frenar las campañas de desinformación, de las noticias no contrastadas mediante el empleo de los llamados “fact-chequers”.

A los perversos efectos del virus de la desinformación y las noticias falsas hay que añadir otros que también socavan nuestras democracias: el del autoritarismo y la intolerancia. De este modo, ya en el año 2017 el Índice de Democracia elaborado por The Economist, mostraba un cierto deterioro en la salud democrática de 70 países y se empezó a hablar de que, en ellos, más que en una “democracia plena”, se hallaban en una “democracia imperfecta”. Este fenómeno, que se constató en EE.UU. bajo el mandato de Donald Trump, se hace extensivo a otros países de la UE como queda patente cada día en Hungría, Polonia o Eslovaquia y, no lo olvidemos, también en España, donde la politización de la Justicia parece querer condicionar a las propias instituciones democráticas surgidas de la voluntad de la soberanía nacional.

Aunque hoy en día cerca de la mitad de los países del mundo pueden considerarse democráticos (sean imperfectos o no), tampoco debemos olvidar que la otra mitad tiende al autoritarismo, algo que está siendo rentabilizado electoralmente por grupos de dudosa o nula calidad democrática. Ello nos advierte, también en nuestra civilizada Europa, del riesgo que supone el cada vez mayor interés en sectores de la ciudadanía en optar por alternativas políticamente autoritarias. De este modo, el anteriormente citado informe señala que una de cada cuatro personas tiene “una buena opinión” de aquellos sistemas en los cuales un dirigente puede gobernar “sin interferencias del Parlamento ni de los tribunales de Justicia” y lo que todavía es más preocupante: uno de cada cinco “se declara atraído por la idea de un gobierno militar”.

Estos son los virus antidemocráticos a los que hacer frente en la actualidad: el de la proliferación de la desinformación y las noticias falsas, y también el de la creciente ola de autoritarismo e intolerancia que minan nuestros valores democráticos. Como decía Tomás Masaryk, presidente de Checoslovaquia en 1918, “la democracia no es sólo una forma de Estado, no es algo simplemente inscrito en una Constitución; la democracia es una visión de la vida, exige creer en los seres humanos, en la Humanidad”.  Y, por ello resulta imprescindible hacer frente a los virus antidemocráticos.

 

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 16 diciembre 2021)

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