Blanquear el franquismo

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 8 agosto 2025)

El 26 de noviembre de 2024, el diputado de Vox Manuel Mariscal Zabala hizo en el Congreso de los Diputados toda una apología del franquismo en la cual llegó a afirmar, sin ningún rubor, que la dictadura, a la cual se refirió sutilmente como el “período posterior a la II República”, obviando de este modo la tragedia fratricida que supuso la Guerra de España de 1936-1939 y las posteriores cuatro décadas de dictadura con todo lo que ello supuso para la vida y la historia de los españoles, manifestando, contra toda evidencia histórica que,  “no fue una etapa oscura como nos vende el Gobierno”, sino un idílico período de “progreso y de reconciliación”.

En esta misma línea de blanquear el franquismo, ya años antes, en concreto el 15 de octubre de 2007, Jaime Mayor Oreja llegó a referirse al régimen dictatorial como “una situación de extraordinaria placidez”, frase ésta que por sí sola descalifica al político del PP.

Afirmaciones como las anteriores son cada vez más frecuentes en el ámbito actual de la extrema derecha, lo cual supone no sólo una absoluta ignorancia sobre el capítulo más dramático de nuestra historia reciente, sino también, un deliberado intento de distorsionarlo de forma perversa en beneficio de sus reaccionarios fines políticos.

Por todo ello, resulta necesario, más aún, imprescindible, el impulsar, en contra de lo que han hecho la entente PP-Vox en diversos gobiernos autonómicos como ha sido el caso de Aragón, políticas públicas de memoria democrática, algo que, con arreglo a lo dispuesto por diversos organismos y normas internacionales, se considera como “un deber de Estado”.

En esta línea, va por el camino correcto la reciente aprobación el pasado día 19 de junio por el Congreso de los Diputados de la Ley Orgánica reguladora del Derecho de Asociación que, en aplicación de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, inicia el proceso para la ilegalización de la Fundación Francisco Franco que, todavía, a fecha de hoy, pasados 50 años de su fallecimiento, honraba la vida y la memoria del general genocida. Y es que, en la Europa democrática de nuestro entorno, sería impensable que existiera en Alemania una fundación en memoria de Adolf Hitler o que en Italia hubiera otra que honrara a Benito Mussolini. España era, pues, una excepción y mantenía, con plena legalidad, tras décadas de democracia, dicha Fundación Francisco Franco, una anomalía histórica y jurídica que, finalmente, el Gobierno de Coalición progresista ha tenido el coraje político de subsanar.

Por todo ello, bueno sería que se conociera, en profundidad y con rigor histórico, cómo la figura y la actuación de ese general superlativo marcó a generaciones de españoles. Y, en este sentido, la labor desde el ámbito educativo resulta esencial, para evitar visiones de la historia tan distorsionadas como reaccionarias que atentan contra los valores de toda sociedad democrática que se precie de serlo, arraiguen en la juventud.

Es innegable que, durante la Guerra de España Franco se empeñó en triturar a sus enemigos en los campos de batalla prolongando innecesariamente la contienda, y cómo a ésta le siguió una dictadura durante la cual se actuó de forma implacable para con los españoles que habían permanecido leales al Gobierno legítimo de la II República, así como contra cuantos enarbolaban ideales de libertad y democracia. Obviamente, este período fue la antítesis de esa “Arcadia feliz”, de aquel período de “progreso y reconciliación” al cual se refería en un delirio interesando el citado diputado de Vox o de aquella “extraordinaria placidez” a la que aludió Mayor Oreja, ideas que comparten, por desgracia, muchas de los votantes de Vox y también del PP, de ese franquismo sociológico que siempre ha estado latente en el seno de la sociedad española pero que ahora emerge electoralmente con arrogancia, reivindicando y blanqueando la dictadura, a la vez que lanzando mensajes de odio verbal contra todos los que somos demócratas, sea de la tendencia política a la que nos adscribamos, pero unidos todos por un nítido posicionamiento antifranquista.

Dicho esto, Juan Carlos Losada nos advierte de “una obviedad que es preciso recordar” y es que, “el franquismo no se entiende sin la guerra civil y sin el Ejército que la ganó. Durante casi tres años se forjaron unas fuerzas armadas fanáticamente politizadas, profundamente antidemocráticas y que eran el crisol de todo el pensamiento reaccionario español”.

Valgan estas consideraciones cuando los nostálgicos del régimen y los jóvenes que se entusiasman con las soflamas de Vox se empeñan en denostar los valores democráticos a la vez que recuerdan con nostalgia el “18 de julio”, fecha que, pese a lo que ellos creen, fue una de las más tristes y dramáticas de la historia de España.

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