La semana pasada publiqué en este medio el artículo La cultura del botellón en España. Las razones que me empujaron a redactarlo fueron los acontecimientos del aumento de los contagios entre jóvenes que habían ido de viaje de estudios a Mallorca. Llamarlos viajes de estudios es una burla. Los docentes sabemos por experiencia en qué han quedado reducidos estos viajes, por lo que muchos centros renuncian a organizarlos. Explicaba cómo y dónde se produjeron los contagios: en el ferry de ida, el macroconcierto de reguetón, las llamadas ‘boat parties’, fiestas en embarcaciones amenizadas con música a gran volumen y regadas con abundante alcohol. Los macrobotellones de hasta 4.000 jóvenes. Y por último los viajes de vuelta con el coronavirus ya de polizón.
A su vez responsabilizaba sobre todo a los padres que permitieron a sus hijos este viaje. ¿Acaso creían que sus hijos iban a visitar la Catedral de Palma o el castillo de Bellver? Entraba dentro de lo previsible el contagio. Era meterlos en una ratonera. Y por supuesto, a los jóvenes que ya son mayorcitos, para asumir unas responsabilidades, como el llevar las mascarillas y guardar las distancias. No será porque los estudiantes no llevaran la lección aprendida tras más de un año de pandemia. Además,serán el próximo curso universitarios.
Mas, los contagios y confinamiento en un hotel de 4 estrellas de estos jóvenes se han convertido en tema de gran actualidad. Todos los medios han querido meter la cuchara en este plato. Y se ha hecho viral el texto de una profesora, Jefa de Estudios y coordinadora Covid de un instituto, del que hay alumnos contagiados en el viaje a Mallorca, donde se lamenta de la irresponsabilidad de sus alumnos señalando:
«Os vais a Mallorca en busca del Coronavirus después de que, durante meses, en el instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias». Comenta la profesora que en la organización del viaje no ha tenido nada que ver el instituto, ya que ha sido organizado por los alumnos directamente con las agencias. Sigue diciendo: “A su vez algunos alumnos pretendieron que se cambiaran las fechas de algunos exámenes para poder ir al viaje”. Una alumna le dijo: «Estoy aquí por culpa vuestra porque si no llega a ser por el de Lengua yo estaría en Mallorca con los demás» y aunque me tragué el sapo, le contesté: «Si pasa algo en Mallorca tendrás que dar gracias al magnífico profesor de Lengua con quien tú sola has suspendido».
Continúa: “Han sido nueve meses en los que he visto funcionar mi centro bajo un militarizado Plan de contingencia elaborado por una directora que jamás antes había hecho nada igual; nueve meses durante los que el profesorado ha trabajado por la mañana presencialmente y por la tarde atendiendo desde sus casas a los alumnos confinados; nueve meses en los que he visto el miedo en los ojos de mis compañeros, porque no olvidéis que los docentes somos el único colectivo (el único) que fuimos lanzado contra el coronavirus sin protección de ningún tipo”. Esta coordinadora Covid felicita a todos los coordinadores Covid porque han sido fundamentales en la «contención» de la pandemia y se despide del cargo, agotada y derrotada. Que después de nueve meses no reconozcan el «Carpe Diem» en Garcilaso tiene un pase… pero que se vayan al encuentro de la muerte, no. A mí no me pillan en otra”. Me parece un documento impresionante y pleno de responsabilidad como docente y que debería servir de motivo de reflexión a padres, alumnos y medios de comunicación.
Sobre tal escrito una profesora de la Universidad de Zaragoza ha añadido: “A mí como Decana, algunos listillos universitarios me han puesto a caldo, me han insultado, etc. Yo también me hacía muchas preguntas. Al final yo he cumplido mi compromiso. He sentido lástima por la educación que han recibido. Hay que reflexionar mucho como sociedad. Por cierto, ninguna mujer me ha insultado…”
Dice muy bien la profesora y Jefa de Estudios. La escuela ha funcionado razonablemente bien durante la pandemia. Merece la pena extenderse en este tema para que la sociedad lo conozca, y que no ha sido valorado mediáticamente ni por la sociedad. Durante el verano los agoreros y cenizos, que no escasean en esta España nuestra, vaticinaban que el curso 2020-2021 iba a ser un desastre. Había mucho miedo por parte de los padres sobre los contagios, algo totalmente lógico. Desde las autoridades educativas y sanitarias se indicó, y no se equivocaron afortunadamente, que los colegios eran mucho más seguros que otros espacios, como los parques o los domicilios familiares. El curso se ha desarrollado sin cerrar colegios e institutos. En Alemania, Reino Unido, Irlanda o Dinamarca cerraron sus aulas durante meses. En Francia, Portugal e Italia durante algunas semanas. ¿Esto no merece ser noticia? Había muchos problemas a resolver para el próximo curso escolar. De entrada, la conciliación de dos derechos fundamentales, el de la salud y el de educación. El de salud afectaba directamente a conserjes y personal de limpieza, alumnos y profesores, de estos en las ciudades, de una edad ya madura, es decir, grupos de riesgo.
Los Equipos Directivos de los Centros tenían un trabajo arduo, para aplicar la normativa sanitaria y la organización de la tarea docente, que había de ser muy diferente, a la de los cursos escolares anteriores, al tener que compaginar la presencial y la telemática para los alumnos confinados. Además de organizar las aulas, el transporte escolar, los comedores, los horarios y los espacios de los recreos, y las posibles actividades extraescolares. Insisto, se ha desarrollado el curso razonablemente bien. Lógicamente con algunas disfunciones, que se fueron corrigiendo sobre la marcha. Los profesores han tenido que compartir clases con alumnos de diferentes cursos, con la posibilidad de contagio. En algunos institutos es normal que un profesor conviva en un día lectivo con 100 o más alumnos, al impartir clase en cursos y grupos diferentes. Durante el invierno con las ventanas abiertas.
Luego en torno a marzo fueron vacunándose. Los docentes han demostrado su gran profesionalidad. ¿Habrá que valorarla? Como también el trabajo de los cargos directivos, conserjes y personas de limpieza. Ante una situación totalmente novedosa, ante la que no había recetas milagrosas. También hay que reconocer a las administraciones tanto educativas como sanitarias que han trabajado coordinadas, ya que los protocolos de cierre por contagios han funcionado muy bien. Y por supuesto, hay que hacer un reconocimiento especial a los chavales, que se han adaptado como jabatos a una situaciones novedosas y complicadas, que seguro no olvidarán. Observarlos cómo aguantaban, a veces con más responsabilidad que los mayores, toda la jornada con las mascarillas es digno de elogio. Y también la labor de los padres, y, no puedo olvidar a los abuelos, que con riesgo recogían a sus nietos.
Y todo ese esfuerzo de la escuela para salvaguardar la salud, compaginando con la tarea docente, esos alumnos de viaje de estudios, lo están dinamitando en parte. Actúan como si no hubieran contemplado la enfermedad y la muerte de familiares y conocidos. Sin tratar de disculpar estos comportamientos merece la pena la siguiente reflexión.¿Cómo llegar a los jóvenes? Beatriz Martin, directora de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), que ha estudiado el comportamiento juvenil, lo tiene claro: “Con empatía. Ellos creen que han perdido un año, a una edad en que la vida se mide casi en semanas. Que modifiquen sus hábitos no se puede abordar desde la culpabilización ni el señalamiento ni la generalización. Tampoco con el discurso del riesgo que corren, porque sienten que pueden con todo. No tienen esa percepción”.
La FAD cambió sus campañas juveniles contra el consumo de alcohol y drogas, al comprobar que las que mostraban los efectos de esas sustancias no funcionaban. Sí, cuando emitieron imágenes de chicos y chicas borrachos con el lema “Así no resultas atractivo”. Para Martín, hay que apostar por la solidaridad, que siempre les mueve. Por proteger a sus padres y abuelos han aguantado este año y medio. Hay que recordarles que todavía quedan muchos por vacunar. Que “durante el curso, los docentes han hecho una labor de control; ahora el de las familias de ejercer su rol. Y de los responsables del ocio nocturno. Los jóvenes hacen lo que les permiten hacer”.
No entro en valorar el espectáculo de los jóvenes confinados, no secuestrados, en un hotel de 4 estrellas, gritando eufóricos “libertad”, “libertad”. Ya sabemos dónde y cómo se ha popularizado este grito. Se recoge lo que se siembra. Tampoco el que ha habido padres prestos a denunciar al gobierno de Baleares por el “secuestro de sus hijos”. Pobrecitos. Los mismos padres que les permitieron el “viaje de estudios”. No están secuestrados, están confinados por una pandemia y por lo que parece abastecidos de alcohol desde establecimientos cercanos.“La comida es una porquería, peor que la de los presos», se queja José Cayetano, padre de una estudiante de San Fernando confinada en el Hospital Palma Bellver de Palma de Mallorca.A pesar de que el grupo tenía contratada una pensión completa con bufé libre en el hotel en el que estaban alojados, ahora reciben comida de catering en sus habitaciones. Lentejas, albóndigas, fruta, zumo y batido son las comidas que les han proporcionado desde que llegaron al hospital Covid.¿Con qué han crecido todos estos jóvenes? ¿Qué comen en sus casas? ¿Petit suisses, pizzas y hamburguesas?
Ni tampoco quiero valorar las palabras del portavoz de la dirección nacional de Vox, el eurodiputado Jorge Buxadé, acusando al Gobierno balear de «totalitarismo» y de «secuestrar niñas», «Tratan a los españoles peor que a los inmigrantes ilegales». Ni tampoco a la jueza que ha anulado la cuarentena de determinados jóvenes. Si luego se incrementan los contagios en el retorno a sus comunidades de origen, ¿habrá algún responsable? Ni tampoco el recibimiento en el puerto de Valencia en el viaje de vuelta en el ferry, como si fueran figuras del rock.Cada cual puede valorar tale actuaciones. Mas, lo que me ha sublevado extraordinariamente ha sido que el pasado viernes en el programa Espejo Público de Antena Tres que presenta Susana Griso, de la misma escuela de Ana Rosa Quintana, tras una entrevista al economista Daniel Lacalle -paradigma del neoliberalismo puro y duro, además de prepotente y engreído en cualquier debate-, se debatió el confinamiento de los estudiantes en Mallorca. Uno de los tertulianos, Carlos Cuesta de OK.diario, otro medio paradigma del pluralismo informativo, con tono despectivo acusó a la profesora, Jefa de Estudios y coordinadora Covid del escrito mencionado con las siguientes palabras: “La profesora quería un minuto de gloria y ya lo ha conseguido”. De verdad, me sentí como docente profundamente indignado. ¡Qué irresponsabilidad! ¡Qué desvergüenza! Los medios de comunicación deberían autoexigirse un nivel ético a la hora de tratar temas de tanta enjundia, como es la educación de los jóvenes. Y especialmente en un tema muy grave, cual es, el consumo de alcohol en la juventud.
Como señala el escritor y pedagogo José Antonio Marina: “para educar a un ciudadano es necesaria la colaboración de toda la sociedad”. Es tarea de todos (escuela, familia, medios, sociedad…) No obstante, algunos miembros de la tribu están en otra cosa, tocando el tambor. Acabamos de comprobarlo con la actuación de los padres y la frase de ese periodista:“La profesora quería un minuto de gloria y ya lo ha conseguido”. Lamentable. ¡Qué difícil es la tarea educativa hoy en la escuela! No solo en el tema descrito, sino en otros más.
La escuela ha de hacer frente, muchas veces en solitario y además poco valorada socialmente a determinadas actitudes muy negativas para una sociedad democrática, cada vez más vigentes en nuestra sociedad, que divulgan los medios y algunos partidos y que aceptan sumisamente amplios sectores dela sociedad. Como la xenofobia y el racismo que se ha generalizado y normalizado, y que se ha reflejado en un cartel de inspiración nazi en una campaña electoral. Como el machismo y la negación de la violencia de género que defiende un partido, al que se le recibe sin problemas y se le agasaja en los medios, y al que votan millones de españoles. Como también a la defensa de una dictadura por parte de determinados políticos, a los que votan también sin problemas muchos españoles.Esas actitudes de xenofobia, de machismo, de defensa de una dictadura está claro que no emanan de las escuelas. Todo lo contrario, en la escuela se trata de contrarrestarlas con los valores de la tolerancia, la solidaridad, la libertad y la crítica la injusticia, valores dirigidos para hacernos mejores, mujeres y hombres libres y capaces de saber vivir y contribuir a hacer un mundo mejor, más solidario, más inclusivo, y más respetuoso con los demás y con el medio ambiente.
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