Trump, otra vez

José Ramón Villanueva Herrero

(publicado en: El Periódico de Aragón, 1 noviembre 2024)

El riesgo cierto de que las elecciones presidenciales norteamericanas del 5 de noviembre pudiera ganarlas Donald Trump, como ya hizo en 2016, genera preocupación en amplios sectores de su país y, también, en el contexto internacional. Roger Senserrich, en su libro Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la era Trump, describe al magnate, convertido en político, como un personaje “autoritario, sin respeto alguno por las instituciones y lo suficiente antidemócrata como para dar un golpe de Estado tras perder las elecciones”.

Para comprender la irrupción de Trump en el panorama político americano, hay que tener en cuenta dos cuestiones. En primer lugar, el funcionamiento de los partidos políticos en EE.UU.,que es muy diferente al de los europeos: no tienen militantes, los ciudadanos se registran para votar en su Estado y deben decidir por qué partido lo hacen y ello, sin pagar cuotas. Por su parte, el partido en el que se han registrado no puede bloquearlos ni excluirlos. Por ello, este sistema fomenta la aparición de “emprendedores políticos”, que se decantan, de no ir por libre, por registrarse en el Partido Republicano (PR) o el Partido Demócrata (PD). Así surgió ese peligroso “emprendedor político” que es Trump.

Pero ello no hubiera sido posible sin analizar un segundo factor: la involución reaccionaria que se ha ido produciendo en el PR, partido en el que conviven “cuatro almas” con distinto grado de influencia y poder. En primer lugar, la derecha religiosa, contraria al aborto, al feminismo y a la liberación sexual y que cuenta con el respaldo firme de la Moral Majority, el más poderoso grupo de presión de la derecha religiosa americana; seguidamente, está la derecha empresarial, defensora a ultranza del capitalismo y del libre mercado; después, los llamados “halcones en política exterior”, que tienen por objetivo “liderar” el mundo libre y, finalmente, la “cuarta alma”, cada vez más en alza, que es la derecha reaccionaria, la que ha aupado a Trump como el candidato más duro y autoritario. Esta derecha reaccionaria ha ido ganando peso en el seno del PR, proceso que se inició cuando, en 2013, las bases republicanas se lanzaron a dinamitar lo que ellos consideraban “políticas socialistas” de la Administración Obama, obsesionados con derogar el Obamacare, la primera ley de sanidad universal en la historia del país, y con lanzar campañas sobre supuestas invasiones de inmigrantes. A partir de entonces, la radicalización fue en aumento, alentada por las arengas incendiarias de Fox News, las radios y prensa conservadoras, así como el ingente apoyo financiero de entidades como Citizens United.

Por todo lo dicho, Senserrich considera que, en EE.UU. existe “una cada vez más explícita y abierta tendencia de un sector del PR a abrazar el autoritarismo” y el citado politólogo intuye el rumbo de esa involución política: “EE.UU. es demasiado rico para revertir en una dictadura, pero no es descabellado que caiga en una democradura, un régimen representativo imperfecto con instituciones que dejan a la oposición en abrumadora desventaja”. Ello explica que cuando Trump alentó el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 despreciando el resultado de las urnas, y viendo la persistente lealtad de las bases del PR hacia él, está claro que la “pulsión autoritaria” se mantiene. Consecuentemente, la acción política de esta derecha reaccionaria “es preocupante, sobre todo cuando su respuesta es abrazar un populismo reaccionario y autoritario cada vez más destructivo”.

Ahora, en vísperas de las nuevas elecciones, la amenaza trumpista vuelve a surgir, máxime cuando Heritage Foundation, un poderoso laboratorio de ideas ultraliberales, ha elaborado el llamado Project 2025 para aplicarlo en caso de que Trump logre su segundo mandato. Dicho documento, incluye propuestas tales como extender al máximo los poderes presidenciales a costa de limitarlos al Congreso y al Poder Judicial, purgar a los funcionarios civiles hostiles a Trump y sustituirlos por elementos partidistas leales o la eliminación del Departamento de Educación, lo cual pudiera ser el camino hacia esa “democradura” a la que aludía Senserrich y que alienta la latente amenaza trumpista.

Loading