José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en: El Periódico de Aragón, 13 septiembre 2024)
La desproporcionada y brutal respuesta militar de Israel a los asesinatos y secuestros cometidos por el grupo terrorista Hamas el 7 de octubre del pasado año, va a sembrar un odio por generaciones y un descrédito internacional hacia el Estado hebreo. Los medios de comunicación nos ofrecen cada día noticias y escenas estremecedoras de las cuales está siendo víctima el pueblo palestino en Gaza y Cisjordania, víctima de la implacable máquina militar israelí, lo cual resulta inaceptable para los valores humanitarios y para los principios democráticos, pues ambos son pisoteados impunemente.
Desde siempre, Israel se ha vanagloriado de ser la única democracia en el convulso Oriente Medio, pero, la realidad de los hechos cuestiona esta afirmación dada la deriva política que está llevando a cabo el gobierno derechista del Likud de Benjamín Netanyahu apoyado por los grupos más ultrareligiosos de la sociedad israelí. Ejemplo de ello es la pretendida reforma judicial que tiene por objeto el control por parte del Ejecutivo (léase, Netanyahu) del Poder Judicial, con lo cual se dinamitaría la división de poderes, base esencial de todo sistema democrático. Ello ha generado multitud de protestas contra el gobierno más reaccionario de la historia de Israel por parte de la sociedad civil y de sus sectores más progresistas, ahora en declive, las mayores desde la independencia de Israel en 1948. Tras los trágicos sucesos del 7 de octubre que han desencadenado la actual guerra en Gaza, las protestas siguieron mientras que Netanyahu, imputado en varios procesos judiciales, se aferró a una campaña de guerra a sangre y fuego para así mantenerse en el poder e impedir ser juzgado, aunque con ello, al pretender salvaguardar su interés personal y su futuro político, llevase a Israel al abismo y al repudio internacional.
Ante esta grave situación asistimos, además, a un preocupante deterioro del mapa político de Israel: mientras ganan terreno las posiciones más belicistas, reaccionarias y ultraderechistas de los partidos judíos, la izquierda se halla a la deriva como lo demuestra la actual situación tanto del Partido Laborista (Abodá) como del pacifismo del partido Meretz. Especialmente dramático es el continuado declive del laborismo israelí, el partido de la izquierda socialdemócrata, máxime teniendo en cuenta que fue el partido que lideró al país durante sus primeras décadas de existencia, el partido de Ben Gurión, Golda Meir, Izhak Rabin o Shimon Peres y que, sin embargo, ha ido perdiendo fuerza electoral y social hasta quedar en la actualidad reducido a un partido menor con tan sólo 4 diputados, el 3,7% de los votos, tras las últimas elecciones al Parlamento de Israel, al Kneset, celebradas en 2022.
Por lo que se refiere al partido pacifista Meretz, situado políticamente a la izquierda del laborismo, firme defensor del proceso de paz con los palestinos y de la devolución de los territorios ocupados y, por ello, símbolo de la conciencia del Israel democrático, en las últimas elecciones legislativas de 2022 quedó, por vez primera, fuera del Kneset al lograr tan sólo el 3,25% de los sufragios y, por ello, no lograr ningún diputado.
Los agónicos resultados de los partidos del llamado “Campo de la paz” israelí, hicieron que, tras el fiasco electoral de 2022, Abodá y Meretz iniciasen negociaciones para la fusión de ambos en un nuevo proyecto político, acuerdo al que se llegó el pasado 12 de julio con el nombre de Los Demócratas, partido que pretende ser el “hogar” de todas las fuerzas que luchan por la democracia y la imagen de Israel y, de forma especial, de las organizaciones cívicas de protesta contra las políticas reaccionarias de Netanyahu, de la sociedad civil, de los movimientos pacifistas, de los jóvenes y de los reservistas del Ejército contrarios a la guerra y a la ocupación de los territorios palestinos.
Así está la convulsa situación política de Israel. Las próximas elecciones deberían tener lugar en el año 2026 pero recientes encuestas vaticinan que ninguno de los dos partidos que conforman el nuevo grupo político de Los Demócratas, lograría superar el umbral electoral para tener representación parlamentaria: una pésima noticia que confirma la funesta deriva política de Israel, que pone en riesgo sus cimientos democráticos y que reduce a nulas las mínimas esperanzas de paz para la resolución justa y definitiva del conflicto palestino.