José Ramón Villanueva Herrero
(publicado en El Periódico de Aragón, 1 octubre 2024)
Durante el actual semestre de julio-diciembre de 2024 ostenta Hungría la Presidencia de turno de la Unión Europea (UE) y el gobierno magiar del Primer Ministro Víktor Orbán asume esta responsabilidad con un lema del más puro estilo trumpista: “Hagamos grande a Europa otra vez”.
Víktor Orbán, líder del partido Fidesz, escorado cada vez más a la derecha, razón por la cual abandonó en el año 2021 el Partido Popular Europeo (PPE), ha dejado patente en repetidas ocasiones su desacuerdo y abierto rechazo, a muchas políticas comunitarias emanadas de Bruselas. Por ello, algunos analistas consideran que Orbán ha convertido a Hungría en una “democracia iliberal” dados los evidentes retrocesos que, en materia de derechos y libertades, se han producido en los últimos años en el país. Una “democracia iliberal” que, como señalaba Géraldine Schwartz, “no es otra cosa que el desmantelamiento de las instituciones democráticas” con políticas de Orbán tendentes a “la toma del control de los medios de comunicación, el amordazamiento de la sociedad civil, el bloqueo de las investigaciones por corrupción que afectan a miembros del partido Fidesz o el acoso a las ONGs que cuestionan las políticas gubernamentales y, de forma especial, contra la Open Society Foundation del empresario norteamericano de origen húngaro George Soros al cual Orbán tiene una animadversión visceral.
Además, el perfil político de Orbán tiene rasgos de paranoia obsesiva dado que, como volvía a recordar G. Schwartz, se ha convertido en el líder de las teorías del complot y del discurso nacionalista en Europa desde que desafió a la UE en la crisis de los refugiados de 2015. Es por ello que Orbán recurre al tema de los supuestos “ataques” realizados por “oscuras fuerzas enemigas” que pretenden llevar a cabo “el gran reemplazo” de población europea blanca por inmigrantes árabes, teoría ésta que suscriben igualmente diversos grupos neofascistas en Europa y en los Estados Unidos. Para Orbán, estas “fuerzas oscuras” serían: “los burócratas de Bruselas, los medios de comunicación, los intelectuales liberales y los medios de negocios globalizados” y, en este último caso, personalizados en la figura de George Soros a quien tanto odia.
Con semejante bagaje ideológico, no nos debe de extrañar el alineamiento de Orbán con las políticas reaccionarias de signo neofascista. De hecho, fue él quien inició la rehabilitación de la figura del dictador húngaro Miklos Horthy, quien, durante la II Guerra Mundial se alió con la Alemania nazi y al que Orbán no dudó en calificar de “estadista excepcional”. De hecho, la retórica inspirada en el léxico nazi y racista no es ningún tabú en la Hungría de Orbán y algunos políticos y periodistas la utilizan con total normalidad. Este es el caso de Zsolt Bayer, cofundador del partido gubernamental Fidesz, el cual llegó a afirmar que “si alguien atropella a un niño gitano, actúa correctamente”. El virulento racismo de Bayer quedó patente cuando, en 2013, en un artículo publicado en el periódico conservador Magyar Mírlap, escribió, sin ningún rubor, que “una gran parte de los gitanos no son aptos para vivir entre humanos […]. Son animales. Estos animales no deberían tener derecho a existir. En ningún caso. Esto debe resolverse de inmediato y de la manera que sea”. Ante tan aberrantes expresiones, la respuesta de Orbán fue elevar a Bayer en el año 2016 al rango de Caballero de la Orden del Mérito.
Si todo esto fuera poco, Orbán tiene un peligroso amigo: Vladimir Putin. Y es que el presidente ruso es admirado por Orbán y los ultras europeos por su autoritarismo, su desprecio a los derechos humanos, a la libertad de expresión y a los contrapoderes democráticos. Es por ello que János Boka, el ministro de Asuntos Exteriores húngaro, ya dejó claras las prioridades marcadas por Budapest para el semestre en que ostentará la Presidencia de turno de la UE: junto a temas recurrentes en las políticas de Orbán (“lucha contra la inmigración irregular” y “defensa común de las fronteras exteriores”), expuso que, para Hungría, no es prioritaria la incorporación de Ucrania y Moldavia a la UE, obstaculizando así cualquier inicio de conversaciones con Kiev por lo que, que, como señalaba Gemma Casadevall, la Hungría de Orbán “es el principal aliado de Rusia en la UE” y prueba de ello es que, en los 5 últimos años, el dirigente húngaro ha vetado todas las decisiones del Consejo Europeo para aplicar sanciones contra Rusia. Por todo ello, habría que recordar lo afirmado por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en la Conferencia para la Reconstrucción de Ucrania (URC) celebrada en pasado mes de junio en Berlín: “el avance del populismo prorruso es un peligro no sólo para Ucrania, sino para toda Europa”. Y de ese peligroso avance populista, Víctor Orbán es uno de sus principales impulsores, todo un amenazador “caballo de Troya” en el seno de las instituciones democráticas que conforman la UE.