La memoria democrática en las aulas

José Ramón Villanueva Herrero.

(publicado en: El Periódico de Aragón, 18 de febrero de 2024)

Resulta bien conocida la aversión de Vox hacia todo aquello que signifique la necesaria recuperación de la memoria democrática y, prueba de ello, es el proceso recientemente iniciado en las Cortes de Aragón por dicho grupo político, con la servil connivencia del PP, para la derogación de la Ley 14/2018, de Memoria Democrática de Aragón.

Esta ofensiva reaccionaria también se ha trasladado a las aulas bajo el falaz argumento esgrimido por la ultraderecha de que en las escuelas españolas “se adoctrina”. Y es que, así, lo ha expresado Vox en diversas ocasiones en las Cortes de Aragón tales como cuando el 16 de junio de 2022 el diputado Santiago Arranz afirmó, sin rubor alguno, que “el social-comunismo utiliza el currículum educativo para adoctrinar” en temas tales como “el alarmismo ante el cambio climático” y “el feminismo radical” o, más recientemente, cuando declaró Santiago Morón el pasado 1 de febrero de este año, al justificar la voluntad de Vox de derogar la citada Ley 14/2018, al señalar que, con ello, “ya no se adoctrinará a los pequeños en el guerracivilismo”. Se trata de todo un cúmulo de tendenciosas falsedades dado que, como nos recordaba Jesús Jiménez en un artículo publicado en El Periódico de Aragón el 30 de noviembre de 2023, “adoctrinar”, que la RAE define como “inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”, sólo se adoctrinaba en las escuelas de la dictadura franquista, imponiendo desde ellas un pensamiento único, intolerante y reaccionario, y eso bien lo sabemos los que sufrimos aquella fatal asignatura que se llamaba “Formación del Espíritu Nacional”, la FEN, pero, afortunadamente, aquel tiempo nefasto que marcó a varias generaciones de españoles, a pasó aunque algunos sientan nostalgia de él.

Estas cuestiones se plasman en gran medida a la hora de analizar un problema de fondo cual es el de abordar, desde las aulas, con mirada crítica y contrastada, determinados temas de nuestra historia reciente, conflictivos o controvertidos, como es el caso del estudio de lo que supuso la dictadura franquista y, consiguientemente, de la memoria democrática en nuestro sistema educativo. En este sentido, resulta interesante el trabajo de Fernando Hernández Sánchez titulado Donde habita el olvido: las impregnaciones del franquismo en los pliegues de la educación española del siglo XXI (2021). De entrada, dicho autor señala que, frente al caso de Argentina o Chile donde la movilización social ha impulsado políticas activas de introducción de la memoria democrática en los programas educativos, en el caso de España, prima en exceso “la equidistancia” a la vez que se mantienen algunos residuos del pensamiento franquista latentes tras la idea de que “persiste un currículo consensual junto con un canon de hierro, que ha ahormado la memoria colectiva española: la Guerra Civil fue una locura fratricida; hubo un empate moral en cuanto a las responsabilidades por el estallido de la Guerra y el empleo de la violencia contra el adversario”. Este modelo, cuyos orígenes según Paloma Aguilar “se pueden rastrear en la exitosa campaña propagandística franquista de los “XXV años de Paz”, y que, “cuyos efectos sobre la mentalidad de las llamadas “clases neutras” fue funcional para la Transición, cristalizó definitivamente en los años setenta del pasado siglo XX”. De ahí deriva una “mistificación” deliberada (e incorrecta) de los principales hechos de aquel período que Fernando Hernández considera necesario explicar, fundamentalmente, en lo que se refiere a tres de ellos en los que las “impregnaciones” del pensamiento franquista son evidentes y que todavía subyacen en algunos libros de texto:

1.- La República y la Guerra Civil aparecen unidas en un mismo tracto cronológico, lo cual sitúa a la primera como “preámbulo necesario de la segunda”.

2.- El franquismo queda separado de la Guerra Civil, “como si no hubiera habido intencionalidad y planificación en la conjura para su estallido y como si la dictadura no se hubiese reivindicado así misma hasta el final como “El Estado del 18 de Julio”.

3.- El franquismo queda igualmente separado del actual sistema democrático, aunque no en todos los casos, pues hay manuales que aúnan franquismo y Transición “con la misma frescura interpretativa que antes emplearon para fusionar República y Guerra”.

Todas estas “impregnaciones franquistas” coinciden, además con el actual resurgir de las tendencias históricas revisionistas, las cuales han llegado a designar al franquismo con lo que no duda Fernando Hernández en calificar como “vergonzantes eufemismos” tales como “el régimen anterior” o “el período pre-democrático”.

Frente a todo ello, aún existen “manuales desfasados” en los que todavía no se han incorporado los avances de la historiografía española del último medio siglo. Así, la República sigue apareciendo “con los tenebrosos colores del conflicto y la violencia que prefiguran el caos y la arrastran al conflicto”. Y es que, como señala Edgar Straehle, la retórica histórica de derechas ha logrado “retratar al fascismo como algo secundario y menor en el franquismo, mientras considera al comunismo, claramente minoritario antes de 1936, como lo esencial de la Segunda República” y, en cambio, obvian las investigaciones de Ángel Viñas sobre la trama conspiratoria de raíz monárquica previa al 18 de julio. Además, se siguen empleando términos incorrectos tales como “bandos”, como si el Gobierno legítimo y los rebeldes golpistas estuviesen en el mismo plano, algo que histórica, jurídica y éticamente resulta inaceptable, o el de “nacionales”, que Hernández Sánchez considera acertadamente como “un obsoleto y desacreditado vocablo”. Además de lo dicho, se sigue insistiendo en dos temas recurrentes para la derecha cual son: la supuesta “amenaza revolucionaria” como causa de la sublevación del 18 de julio o la, también supuesta, pretendida hegemonía comunista sometida a los dictados de Moscú, en los gobiernos republicanos de 1936-1939.

Por otra parte, en muchos libros de texto sigue habiendo “temas tabú” que invisibilizan asuntos tales como: las incautaciones y la represión económica contra los vencidos, la represión física causada por la violencia fascista o el papel de la Iglesia Católica como legitimadora de la guerra, designada como “Cruzada”, y también como beneficiaria del régimen dictatorial.

Existe también, en muchos manuales, una clamorosa ausencia de temas tales como: el exilio, la resistencia interior, la presencia de los republicanos españoles en la II Guerra Mundial y en los campos de exterminio nazis, las cárceles y los campos de trabajos forzados en la España franquista, la represión posbélica (las leyes de excepción, la actuación de los tribunales especiales, entre ellos, el papel del Tribunal de Orden Público (TOP), la clandestinidad antifranquista, el movimiento obrero, estudiantil y vecinal o la censura moral y cultural.

Así las cosas, Hernández Sánchez considera que “la enseñanza de la historia contemporánea más reciente se ha convertido en una cuestión de emergencia democrática” y, para ello, hay que “descolonizar de franquismo el currículum educativo”. Y, de este modo, propone igualmente una serie de ideas para “romper las gafas que hemos heredado del franquismo de ver la Historia” como las siguientes: la guerra y la dictadura interrumpieron un proceso de modernización democrático; que el conflicto armado no terminó el 1º de abril de 1939; que la España franquista fue parte actora de la II Guerra Mundial; que el comienzo de la dictadura hay que situarlo en la propia Guerra Civil ya que, durante toda su vigencia se reivindicó como “el Régimen del 18 de Julio” y concluyó, no con la muerte del dictador en 1975, sino con la derogación efectiva de las instituciones franquistas que culminó con la Constitución de 1978. Queda así claro que, “de principio a fin fue una dictadura que conculcó todos y cada uno de los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de la ONU de 1948”.

La conclusión de Fernando Hernández de todo lo dicho es contundente: a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado un relato veraz de esta época de nuestra historia ya que, “casi dos generaciones de españoles se han educado en democracia creyendo que las libertades se regalaron o que se materializaron mediante un simbólico apretón de manos entre las élites” y es que, “se ha suprimido la memoria de que estas libertades de las que hoy se disfruta se arrancaron con sacrificio, se pagaron con sangre y dolor”, razón por la cual el historiador Eric Hobsbawm señalaba que “las nuevas generaciones parecen condenadas a vivir en un presente continuo, sin relación con las experiencias del pasado”. Por otra parte, Ángel Viñas advertía tiempo atrás de que la mala enseñanza de la historia ayuda a “no tener una visión crítica de nuestro pasado”. De ese déficit cultural, también se hacía eco Jesús Cintora al recordar que varias generaciones de españoles no han estudiado la dictadura en el currículum educativo, “que quedaba para los minutos de descuento del temario en las aulas o era tratada con equidistancia y oscurantismo. Desde la muerte de Franco, los gobiernos han dejado mucho que desear en este aspecto, escondiendo el relato de lo ocurrido en los libros de texto”.

Pese a ello, para “exhumar definitivamente el franquismo de nuestra educación”, es imprescindible adoptar medidas en materia educativa y de formación del profesorado tales como la actualización de los contenidos curriculares, así como implementar planes de formación inicial y permanente del profesorado porque, sin la implicación de éste, nada será posible en este ámbito. Resulta igualmente necesario incidir en temas tales como todo lo relativo a la reparación y dignificación de las víctimas, la prohibición de la apología de la dictadura, la remoción de las recompensas a los torturadores o la resignificación de determinados espacios, esto es, todo lo que pretende evitar la extrema derecha de Vox y sus coyunturales aliados del PP a la hora de suprimir las políticas públicas en materia de memoria democrática. Consecuentemente, a modo de conclusión final, Fernando Hernández nos recuerda que, “una audaz intervención en la forma en la que la ciudadanía aprende Historia en la escuela no será un bálsamo milagroso contra el populismo reaccionario, pero sí una necesaria praxis profiláctica”.

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