No me contéis más cuentos

En los medios, la academia y la economía predominan unas determinadas ideas (zombis) en el ámbito económico como verdades irrefutables, cual si fueran dogmas, a pesar de que una y otra vez han resultado fallidas.

El premio Nobel Paul Krugman en su libro, Contra los zombis. Economía, política y lucha por un futuro mejor , reúne más de 90 artículos, que condensan su argumentario contra las teorías políticas y económicas dominantes del liberalismo más conservador. Combate las que denomina ideas zombis, que «van dando tumbos arrastrando los pies y devorando el cerebro de la gente, pese a haber sido refutadas por las pruebas». Una de ellas: los recortes de impuestos a los ricos tendrán efectos mágicos para el crecimiento económico. La refuta con claridad. Ronald Reagan aprobó en 1981 una gran rebaja de impuestos. A finales del 1982, la economía norteamericana comenzó a recuperarse y experimentó dos años de crecimiento muy rápido antes de recuperar un ritmo más normal. Los conservadores aducen que tal crecimiento se debió a la rebaja de impuestos. Se equivocan, ya que la Reserva Federal en 1982 bajó bruscamente los tipos de interés, y fue esta expansión monetaria, no la rebaja de impuestos de Reagan , el principal responsable del boom de 1982-84.

La idea de que la rebaja de los impuestos a los ricos es el secreto de la prosperidad ha sido negada desde los años 80. En 1993, cuando Bill Clinton subió los impuestos y los conservadores predijeron una catástrofe; en su lugar consiguió una enorme expansión económica. Con George W. Bush , que volvió a bajar los impuestos y cuyos partidarios prometieron un boom; lo que en verdad consiguió fue un crecimiento moderado seguido de un colapso financiero. En 2013, cuando Obama permitió que expirarán algunas de las reducciones fiscales de Bush, mientras aumentaban otros tributos para sufragar el Obamacare ; la economía simplemente siguió avanzando. Y, por último, con Trump , quien aprobó una gran rebaja fiscal en 2017 entre promesas de otro milagro económico. Unos alumnos aventajados de esta idea zombi y que la han puesto en práctica desde hace unos 25 años en la Comunidad de Madrid son los políticos del PP.

Y no es difícil entender por qué se rehúsa a morir tal idea zombi: hay muchísimo dinero detrás de su promoción. Si estás predispuesto para defenderla (y eres un político), dinero no te faltará en tu campaña electoral de parte de individuos adinerados que serán muy beneficiados por tus decisiones futuras, como grandes rebajas de impuestos.

Si eres un economista se te abrirán muchas puertas, un trabajo en un think tant ; articulista en medios escritos y telemáticos; tertuliano en emisoras de radio y televisión; publicaciones de macroeconomía por parte de centros de estudios de entidades financieras. A estos economistas se les podía calificar como «mayordomos intelectuales de los poderosos», que trabajan para imponer un relato hegemónico. Platón en La República sostuvo que los contadores de historias (relatos) dominan el mundo.

En la economía estadounidense hay otras ideas zombis: no es necesario que la gente tenga seguro médico, los bancos deben ser absolutamente libres de vigilancia gubernamental, la desigualdad económica es buena.

Afortunadamente no todos los economistas son como Daniel Lacalle o Juan Ramón Rallo , hay otros muy diferentes, aunque son los menos, como Paul Krugman, Joseph E. Stiglitz, Thomas Piketty o Mariana Mazzucato . Esta última crítica otra idea zombi. Nos han impuesto la idea de los emprendedores tecnológicamente innovadores como Mark Zuckerberg y Steve Jobs . El mensaje: hay que dejar la innovación en manos del sector privado, y el Estado, burocrático e inercial, al margen. Un artículo de 2012 de The Economist argumentaba que los Estados deberían «limitarse a lo fundamental», a los gastos en infraestructuras, educación y desarrollo de capacidades, y el resto en el «almacén de los innovadores». Esta idea está impregnada de ideología sin fundamentación empírica. Si observamos las tecnologías pioneras del siglo pasado, veremos el papel clave del Estado y no el sector privado. En el ámbito farmacéutico, en la tecnología verde y las nuevas tecnologías.

Apple es un excelente ejemplo. Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora del apoyo del Estado: internet, GPS, la pantalla táctil e incluso la voz asistente Siri de los teléfonos inteligentes recibieron dinero del Estado.

La Agencia de Defensa norteamericana de proyectos de investigación (DARPA) financió internet; la CIA y los fondos del ejército financiaron el GPS. Por lo tanto, si bien EEUU se nos presentan como el modelo de progreso a través de la empresa privada, lo cierto es que la innovación se ha beneficiado del Estado. El Instituto Nacional de Salud gasta anualmente 30.000 millones en investigación farmacéutica y biotecnológica, y cada año es responsable del 75% de los fármacos más innovadores. Incluso el algoritmo de búsqueda de Google se benefició de los fondos de la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF).

Parece oportuno finalizar con un fragmento de la poesía No me contéis más cuentos de León Felipe y que cantó Paco Ibáñez : “Ahí pasa el pregonero: ¡Cuentos!…¡Cuentos!…¡Cuentos!…Es aquel viejo vendedor de sombras y de risas que ahora pregona cuentos. Pero yo no quiero cuentos… No me contéis más cuentos”.

Loading


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *