Voy a referirme a una de las secuelas de las elecciones del 4-M en la Comunidad de Madrid: la renuncia a la política institucional de Pablo Iglesias (PI). De entrada, no entro a juzgar su actuación política, que ha tenido errores y aciertos. No es esta la cuestión. Quiero referirme a la persecución brutal a la que ha sido sometido. Otra cosa es la crítica, totalmente legítima, incluso muy dura, en una democracia. Una aclaración previa para navegantes, ni soy militante ni votante de Unidas Podemos (UP). Lo que sí soy es demócrata.
Tengo la impresión de que lo que voy a escribir la mayoría de los ciudadanos están de acuerdo conmigo. Mas, no se atreven a manifestarlo, de acuerdo con la teoría sociológica de La espiral del silencio de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, cuyas premisas fundamentales expongo a continuación. Existe mucho temor por parte de la ciudadanía a ir en contra de una opinión dominante: la criminalización de Unidas Podemos (UP) y PI. Y por ello, nos callamos y no expresamos nuestra opinión. Así surge la espiral del silencio. ¿Quién se atreve a defender a UP y PI? Creemos que nuestra opinión es marginal, lo que no significa que sea cierto. No obstante, asumo el riesgo de ir en contra de esa opinión general.
Me surgen unas preguntas. ¿En nuestra democracia no ha habido un partido, como UP, y un político, como PI, que hayan sufrido tantos y tan furibundos ataques por la gran mayoría de los medios? ¡Qué contraste con el apoyo mediático a Albert Rivera y a Isabel Díaz Ayuso! ¿Ha habido algún partido, como UP o un político como PI, que hayan sido denunciados más veces ante los tribunales, en un auténtico lawfare, y más veces declarados inocentes? ¿La Justicia ha sido igual de diligente con dirigentes de otros partidos políticos? ¿Por qué tal persecución mediática, política, jurídica y social a UP y a PI? Los que mandan hace tiempo decidieron que UP y PI tenían que desaparecer de nuestro espacio político. Y hasta que lo consigan, no pararán. Y van por buen camino en sus propósitos. Han conseguido ya una buena pieza.
En este contexto ningún medio valoró el hecho de que PI renunciase a una vicepresidencia del Gobierno de España, para presentarse como candidato por UP a la Asamblea de Madrid. No todo el mundo es capaz de hacer una renuncia de tal nivel institucional. Es más, en España, muchos, la gran mayoría, somos capaces de cualquier cosa por llegar a un cargo. Como dijo el conde de Romanones: «Se necesitaría un libro para recordar las bajezas que he visto cometer para lograr una vara de alcalde, y no digamos una cartera de ministro».
Esta renuncia ningún medio, ni la mayoría de la sociedad la tuvo en cuenta ni la valoró. Todo lo contrario. Su renuncia se interpretó mayoritariamente como un factor desestabilizador del Gobierno de Sánchez en unos momentos tan críticos. ¡Qué nivel de cinismo! Los mismos que lo criticaban de desestabilizar al Gobierno desde dentro, luego lo criticaron de desestabilizarlo desde fuera.
Intuyo que la capacidad de aguante de una persona acosada, insultada y vilipendiada todos los días, por tierra, mar y aire, tiene un límite. En sede parlamentaria ha sido acusado de «criminal», «asesino», etc. En la mayoría de los medios no han ido a la zaga. Los insultos cargados de odio han sido numerosos y brutales. Como prueba, en un programa matutino de una cadena muy popular de gran audiencia y de propiedad de la Iglesia, su ínclito presentador, que ha recibido premios como periodista ejemplar en esta Tierra Noble, lo llamó «basura del moño rojo». Y este insulto es de los más leves. Y en las redes sociales los insultos truculentos y soeces, plenos de odio, sobrepasan el límite de lo razonable, como rata inmunda. Incluso ese acoso alcanzó a su domicilio, a su familia, esposa, hijos y padres. Se publicaron las ecografías de sus hijos. Se investigó en qué guardería estaban. Un redactor de un medio se personó en casa de la cuidadora de los niños, provocando una alteración evidente en sus vidas. La persecución ni siquiera cesó en vacaciones. Y, por último, se le manda una carta con balas amenazándole a él, a sus padres y esposa. Primero las palabras, después solo quedan las balas o el destierro, no ya anunciado sino exigido ¿Qué otra cosa significa el «lárguese de aquí, valiente»? Porque después de ese lárguese, ¿qué viene? ¿Qué convivencia es posible? ¿A quién o quiénes les tocará después? Cuidado. Todo adversario o diferente es extrañable o suprimible del suelo patrio.
Tales situaciones son insoportables para cualquier persona normal. Por ello, entiendo su retirada de la política activa y dar paso a otras personas. Yo haría lo mismo. Por todo lo expuesto, me parece muy oportuna para esta decisión la frase pronunciada en 1873: «Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros», por el primer presidente de la brevísima Primera República, Estanislao Figueras, momentos antes de dimitir, de coger los bártulos y exiliarse en Francia. Espero que PI no se exilie, aunque a muchos no les importaría. Lo lamento profundamente pero no tengo otra opción que darle la razón a Gerald Brenan, a sus palabras extraídas de su libro de 1943 El laberinto español: «Si hay una actitud española es esta de creer que la solución a todos los problemas pasa siempre por excluir a alguien o librarse de alguien». Hoy seguimos igual. Somos incorregibles.
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