Tras año y medio de pandemia

Esta vorágine presentista, en la que estamos absorbidos, nos impide ver e interpretar de una manera adecuada el pasado, aunque sea relativamente reciente, como fue el advenimiento de la pandemia del covid-19. Conviene echar una mirada hacia atrás y ver de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos

Es incuestionable que desde nuestra guerra civil la sociedad española no ha pasado por una situación tan dramática, que haya alterado tan radicalmente nuestra existencia, como la del confinamiento masivo por el covid-19 en la primavera de 2020. Mas, no solo el confinamiento, también otras secuelas políticas, sanitarias, sociales, económicas y afectivas. Y aunque la guerra civil no es comparable por su dramatismo con la pandemia, por más que el lenguaje usado por las autoridades fue bélico, como si intentaran equipararlas, no lo es menos que el obligado enclaustramiento de toda la población a nivel mundial le daba a la pandemia una impronta universal, de la que carecía la guerra civil. Hemos estado ante un hecho excepcional, inesperado e imprevisible, que puso a prueba a todos los gobiernos del mundo y a todos los ciudadanos. Ni los unos ni los otros estábamos preparados. Salvo los profetas del ayer, que sabían lo que iba a ocurrir con meses de antelación.

Ver las calles vacías, escuchar el dramático conteo diario de contagios y muertos –algunos de ellos familiares, amigos, vecinos o conocidos– cual, si fuera un parte de guerra; la parálisis de la actividad económica, el no poder abrazar a nuestros seres queridos, eran hechos que sobrecogían, a los que nos costaba adaptarnos. Era lo más parecido a una película de ciencia ficción, como el film Contagio dirigido por Steven Soderbergh. Al despertarnos, si podíamos conciliar el sueño, nos pellizcábamos para convencernos de que era un mal sueño. Mas, no era un sueño. Era real. Y muy real.

El gobierno de coalición de Pedro Sánchez se ha enfrentado a la situación más compleja en 100 años. A una crisis territorial heredada se sumó una pandemia, que paralizó la economía y que trajo una depresión con un descenso brutal de la producción y el consumo, con numerosas quiebras de empresas y altas tasas de desempleo, muy semejante con la de los años 30. Ya se vislumbra afortunadamente una salida de esta tenebrosa crisis sanitaria y depresión económica, con un control de la pandemia especialmente por la vacunación masiva y la llegada de los Fondos de la Unión Europea. Sánchez ha tenido que hacerlo con un gobierno de coalición en minoría, el primero a nivel estatal en nuestra democracia tras el final de la dictadura. Gobernar con una mayoría absoluta y monocolor en tiempos de bonanza económica y estabilidad política es mucho más fácil. Aquí y ahora querría ver a los González y Aznar. La pandemia ha roto todas las costuras a nivel político, sanitario, social, económico y educativo. Y para repararlas no había libro de instrucciones. Esa es una de las grandes servidumbres de la política. Tal como señaló Azaña, la política no admite experiencias de laboratorio, no se puede volver a empezar. Y es lo que ha tenido que hacer Sánchez. Tomar decisiones muy difíciles e irreversibles sobre la marcha: el estado de alarma como terapia a la pandemia, medidas económicas como los ertes, las ayudas a autónomos, el ingreso mínimo vital… El gobierno de Sánchez ha hecho muchas cosas mal, seguro, pero, ¿la oposición lo hubiera hecho mejor? La excepcionalidad y la virulencia de la pandemia hubieran cogido por sorpresa a cualquier gobierno, fuera el que fuera, como les ha cogido a otros de todo el planeta. Por cierto, ahora mismo en buena parte de Europa se está produciendo una nueva oleada de contagios. Nosotros gracias a la vacunación de momento «salimos mejor parados».

Cuantas más dificultades ha tenido el gobierno de Sánchez menos han sido los apoyos de los partidos de la oposición: PP, Vox y Cs. Nadie cuestiona que la oposición está para controlar la acción del gobierno y que todos podemos opinar también sobre ella, faltaría más. Mas, no han mostrado ese patriotismo, del que tanto alardean en sus discursos. En unos momentos de tantas y tan graves dificultades había que remar todos juntos, pero su exclusivo interés ha sido y es derribar al gobierno. Tampoco es una novedad ese comportamiento de la derecha española en nuestra historia. Cabe recordar las palabras del ínclito Cristóbal Montoro. Han dado más muestras de sentido de estado ERC, PNV y Bildu con su apoyo al gobierno en momentos tan dramáticos. No conozco a nivel mundial en esta pandemia un comportamiento tan irresponsable y antipatriótico de una oposición política. A esta tarea de oposición brutal se han sumado una parte de la justicia y la mayoría de los grandes medios de comunicación. Y siguen en la misma dinámica. Y todo este relato mediático prácticamente hegemónico, ha ido calando en amplios sectores de la sociedad, que han asumido solo los errores del gobierno de Sánchez, sin reconocer sus grandes dificultades a las que ha tenido y tiene que hacer frente, ni acierto alguno. Mas, así somos los españoles. Todos lo habríamos hecho mucho mejor que el gobierno, ya que todos somos expertos en epidemiología y en gestión de crisis económicas. Según Francisco Ayala «el español acostumbra a creer que lo sabe todo». Pero lo más sospechoso es que nadie se sorprende de tal desfachatez.

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